Una visión biblicamente hablando es el desarrollo terrenal de los propósitos eternos que normalmente se manifiestan con el don de profecia. Es la habilidad o don de ver en el mundo del Espíritu, el destino profético de algo. Esta visión la debemos realizar junto con Dios y no podremos entender lo que Dios quiere sino acondicionamos y reformamos nuestra mente.
El Dios de la Bíblia es esencialmente un Dios que habla , y el creyente es, por definición , aquel que escucha. Hablar y escuchar son dos verbos que en la Bíblia tienen una densidad particular. Hablar no es sólo decir, sino también obrar, crear y seleccionar. Escuchar no es sólo disponer el oido, sino una acción de toda la persona tendida hacia la boca del que habla. Los oidos no son el único órgano de la audición bíblica : el corazón, mejor aún , la inteligencia, tiene también su parte, pues se trata de comprender y de interpretar con discernamiento. Escuchar no es un acto pasivo , pues el verbo connota, la inserción de esta en la vida y en los comportamientos.
La primera fotografia es la visión del Cordero , cuadro pintado pot Bamberg. La segunda un hermoso cuadro del Greco. La tercera, la visión del trono y la última una visión de Juan , friso pintado por Lorenzo Costa.
La escritura es un aspecto privilegiado de la palabra. Fijar la palabra por escrito es hacerla perpetua e irrevocable, arrebatada a los vientos que podrían llevársela y además permite que la palabra es fidelidad. Leer la Palabra de Dios es el único acto visual autorizado ahora, que nos revela o visiona un poco el rostro de Dios.
El Dios de Israel es, en efecto, un Dios que se sustrae a las miradas humanas; es un Dios que nadie puede ver sin morir. La no - visión es típica de nuestra condición terrestre, la visión es la promesa reservada para más allá del umbral de la muerte. La visión es desarrollo pleno. Es saciedad de lo que hayan permitido la audición y la lectura. Las pre - visiones que estas permitan no puden tener lugar más que con los párpados cerrados.
Es cierto que, en Jesucristo, Dios se ha hecho visible, pero de un modo sobremanera velado. Hacen falta los ojos de la fe para discernir a Dios en Jesús " cuando se aparece " a los suyos después de la resurrección. Jesús es la concesión última, el sublime paliativo concedido al hombre terrestre para realizar su sueño de ver, por fin a Dios " con sus propios ojos ".
El Apocalipsis concluye con un septenario de visiones, que previamente hubo un septenario de Escrituras. Comparte la fe en el Dios escondido, pero que habla palabras estables, pretende suscitar o reafirmar la esperanza de ver el rostro de Dios ( Ap. 22, 4 ). Palabra, Escritura y Visión están así estrechamente aociadas : Es el mensaje de la Voz que se hace ver.
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