creació

diumenge, 19 de juny del 2011

EL HIJO DEL HOMBRE
































































Por primera vez que en la Bíblia se habla del Hijo del Hombre es en ( Dan. 7, 12 -13) :
Seguí mirando y en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo del hombre que se acercó al Anciano y se presentó ante Él " . El anciano representa a Dios y el hijo del hombre es una imagen que condensa perfectamente a Cristo. El mismo significado tiene el de " Siervo de Yahvé ", aunque se trate de un personaje sufriente y desfigurado que, a continuación , es transfigurado a causa de su victoria sobre la muerte y el pecado.




















En el Hijo del Hombre están presentes las mismas realidades que en el " Siervo de Yahvé " pero los acentos están invertidos . Se trata , primero, un personaje glorioso, aunque haya compartido la prueba de la persecución con su pueblo. Es el representante de una colectividad sin que se niegue, no obstante, su existencia personal. Su relación con Dios rds posiblemente más íntima aún que la del Siervo.
























Nueve son las características que de él se nos dan y que definen y precisan la personalidad y las funciones de este Hijo del Hombre : La larga túnica pontificia ( Ex.28,4 ) que proviene del armario del sumo sacerdote. Se trata de una prenda litúrgica . Es también unn símbolo : el Sumo Sacerdote no tenia la obligación de presidir la liturgia más que una vez al año, en la fiesta del Kippur , en la que Dios, por su mediación, perdonaba los pecados de todo Israel. En tiempos de Jesús este ornamento litúrgico habia sido confiscado por el poder romano, que lo conservaba en la torre Antonia con objeto de disponer mejor del jefe religioso del pueblo isrealí.






















El ceñidor que es una clara alusión a una insignia real ( Job.12,18). No está ceñido a la cintura, sino sobre el pecho. Cuando el ceñidor está atado a la cintura sirve para remengar los faldones del vestido de alguien que está en pleno trabajo y facilita sus movimientos, pero cuando es en el pecho engrandece al personaje, lo que es signo de poder, de victoria conseguida que aumenta su estatura. La misma realidad expresa " los cabellos de su cabeza " , el color blanco de la cabellera no es signo de ancianidad, de vejez, sino símbolo de eternidad: el Dios de la Bíblia no es viejo, sino eternamente joven.












Su mirada es penetrante, pues " los ojos son llama de fuego " ( lámparas de fuego). Los ojos son la metáfora anatómica del conocimiento. Este alcanza al hombre en todo su ser, pues penetra su corazón y sus riñones. La descripción de los pies ( mejor piernas ) es, por lo menos torpe. Son comparados a bronce ( en dativo masculino) acrisolado ( en genitivo femenino ) en el horno. A pesar de todo, se comprende la imagen. Todo en El Hijo del hombre es puro y su base es sólida, a diferencia de los imperios inestables de la tierra ( Dn.2, 33- 35).










La voz del Hijo del Hombre es potente, comparable al ruido de grandes aguas. El simbolismo de los océanoa nos remite a la Palabra de Dios, como la definió Ezequiel : " Su voz era como estruendo de una gran mole de aguas; y la tierra resplandecia de su gloria " ( 43, 2 ). Es, por tanto, un mensaje propiamente divino el que va a ser pronunciado y no una simple palabra humana.










El personje tiene en su mano derecha siete estrellas, que simbolizan las siete Iglesias de Asia. La mano es el órgano de la acción, la drecha precisa que esta acción serà saludable y salvadora. Si bien existe diversidad entre ellas, manifestada por siete estrellas distintas o siete candeleros diferentes, existe, con todo una unidad profunda, que les viene de Cristo en persona.










De la mano se sube a la boca , de donde sale una espada de dos filos. Bíblicamente, lo que sale de un hombre es su palabra. La del Hijo del hombre es incisiva , penetrante y dewcisiva, obra de inmediato lo que enuncia y puede llegar hasta dividir el corazón de los hombres ( Heb. 4, 12 ). Esta Palabra tiene tal poder y autoridad que frente a ella los hombres deben tomar posición.






Por último su rostro ( apariencia general ) del Hijo del Hombre evoca el sol, luminoso y radiante. Notamos que el personaje está habitado ( posee ) una dicha que es preciso hacer resplandecer sobre aquellos a quienes se acerca. Si esquematizamos los nueve elementos descriptivos ( antes mencionados ) en el orden en que aparecen, llegamos a un esquema de conjunto muy interesante :



la túnica - sacerdocio; el ceñidor - poder real ; la cabeza - eternidad ; los ojos - conocimiento perfecto ; los pies o piernas - estabilidad ; la voz - mensaje divino; la mano derecha y los siete candeleros - unidad de las Iglesias; la boca - una Palabra exigente y decisiva ; y el sol - felicidad.




En medio de las turbulencias de la persecución, se sitúa Cristo ( El Hijo del hombre ) ante las Iglesias como una referencia estable y firme. Él es la piedra angular de la vida de las Iglesias, que no tienen que no tienen que preocuparse demasiado por ellas: Cristo, está ahí, en medio de ellas, con una soberana majestad y con una estatura que proporciona fuerza y confortación. Y como intercesor en favor de los hombres, en virtud de su sacerdocio supremo es promesa de una felicidad que Dios concederá a los fieles. Si, además, es rey, puede dictar a los creyentes una Palabra, sin duda exigente, pero que conduce a los caminos de la bienaventuranza soleada. La eternidad garantiza la permanencia de la unidad de las Iglesias, que la mano derecha de Cristo conserva para siempre. Si Cristo puede dirigirse con amor y firmeza a las Iglesias, se debe, por supuesto, a que tiene un conocimiento perfecto de ellas. " Conozco " ese conocer deriva posterior e inmediatamente en una Palabra pronunciada que tendrá la fuerza de Dios y no será, en consecuencia, un murmullo acariciador, sino una voz oceánica, que poroduce un ruido tan intenso por encima de los anatemas lanzados desde la Roma imperial. La construcción es sabia.

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